“Cuando contemplamos una flor, podemos ver en ella todo el cosmos”

“Cuando contemplamos una flor, podemos ver en ella todo el cosmos”

Thich Nhat Hanh

23 de junio de 2015

Carta a mi niña interior

            A esa niña de ojos profundos y tristes que me contempla desde la atalaya de su inocencia; a esa niña que me persigue con su mirada mientras yo me adentro en las estancias sombrías de mi infancia. A esa niña le dedico y le dirijo esta carta.

            “A ti te debo lo que soy y haber llegado hasta aquí. Desde aquellos primeros brotes que verdearon tu alma, pasando por los anhelos que no fueron vencidos por el paso de los años y no sucumbieron a la amarga derrota a que los somete la resignación o el miedo, hasta los sueños presentes que se resisten a perecer en una almohada,  y la invencible determinación de seguir adelante, pese a todo, me has ido trayendo de la mano, sin apenas notarte, en un recorrido no exento de pruebas y de alguna que otra herida, en un viaje plagado de vivencias de todo tipo que han ensanchado mi mente y ampliado mi consciencia.

            Siempre callada, invisible, de puntillas, me has ido insinuando caminos y decisiones que no siempre he recorrido o tomado de forma consciente. No siempre he escuchado tus gritos ni entendido tus planes, no siempre te he abierto el corazón para que me hablara tu amor. En ocasiones te he hecho culpable de mi dolor, como si no fuera yo misma quien lo avivara y se recreara en él para explicar el  porqué de tantos acontecimientos que me negaba a asumir o aceptar.

            Pero ahí estás, indemne pese a la fuerza de los vientos y zozobras, inmune a la derrota o al cansancio, fiel a ti misma y a tu misión, con absoluta lealtad a lo que yo significo, al ser en que me has convertido, a la persona que soy. Sigues esperando que, por fin, comprenda, culmine tu sueño, te rescate del olvido y cumpla tu promesa.

         Soñabas con volar; te recuerdo encaramada en tus juegos a las alas de J. Salvador Gaviota, escapabas de tu gris realidad a lomos de la imaginación y te adentrabas en hermosos parajes llenos de encanto y belleza, le robabas a la luna su sonrisa para engalanar el lecho donde moraba tu infinita tristeza, te refugiabas en paraísos imaginarios llenos de color y de vida y los traías de vuelta a casa para habitar en ellos, te diste permiso para explorar otros cielos más azules que aquellos que veías a través de los cristales de la vieja casa.

            Apenas levantabas un palmo del suelo y querías “ser grande” y “hacerte mayor”; decías que querías “realizarte” y “trascender la realidad” cuando ni siquiera sabías lo que esas palabras significaban y a qué te comprometían, no estaban en tu vocabulario, ¡vete tu a saber de dónde las sacabas y a qué olían! Te propusiste no llevar una vida vulgar y mediocre, para ti era importante encontrarle un sentido a la vida, aprender a ser mejor, aspirar a ver más allá de lo que los ojos ven, adentrarte en lo desconocido, desplegar el potencial oculto que todos llevamos dormido en el fondo del alma, querías componer un puzzle en el que todas las piezas encajaran y ningún detalle se escapara, una sinfonía donde reinara la armonía, tejer un patchwork hecho de retales de colores donde ningún momento sobrara. Te resistías a caer en las redes del pesimismo que flotaba en el ambiente, querías huir del rancio olor a resignación y victimismo que impregnaba la educación recibida; fuiste una superviviente decidida a no repetir las viejas creencias y los mismos patrones de siempre, los que la inercia familiar había inscrito en la memoria secular de sus genes, aunque alguna vez caíste en ellos y, como consecuencia, heriste a otros.


            Sabes bien el porqué de esta carta. Sabes que, últimamente, he estado hurgando en el pasado, que me he adentrado en las sombrías estancias de tu infancia, que también es la mía, que he escarbado entre los pliegues de la memoria en busca de recuerdos que me devolvieran a esa época, que me permitieran sellar las heridas y rescatarte del olvido, recuperarte y hacerte de nuevo mía para, esta vez juntas, hollar los caminos del futuro.


            Sabes que necesitaba reencontrarme con la niña que fuiste o que fui, reconciliarme contigo, renovar la complicidad perdida, remendarte las alas, liberarte de  tu eterna tristeza o tu infinita vergüenza, de las viejas cadenas  forjadas a golpes de apegos y miedos. Me urgía  buscarte y entre los miles de fotos que guardaba el arcón de la abuela, reconocí, al fin, tu rostro, tu voz, tu mirada suplicando que te acogiera en mis brazos, que te protegiera, que te meciera, que te mimara, que acunara tus sueños, que me colara en tu madrugada para llevarte un soplo de aire fresco y abrir a la luz las ventanas de tu alma.

            Sabes bien que ha llegado el momento de cerrar una etapa, de soltar lo viejo y escribir lo nuevo, de aligerar peso y caminar, quizá volar, sin miedo. Un ciclo toca a su fin, un círculo de vida se completa, una nueva aventura se abre paso, un nuevo comienzo se insinúa. Y esta vez, no vamos por separado ni me vas a marcar los planes del viaje desde la sombra, ni te voy a secuestrar o retener, ni voy a rehuir tu mirada o tus palabras. Soy consciente de que soy lo que soy gracias a ti, a tus largas noches de insomnio, a tus cuidados y a tus lágrimas, a tus afanes y desvelos, y mereces que ahora, ya, te recompense,  prometa caminar a tu lado, sin complejos, de la mano, que exploremos juntas horizontes nuevos. Necesito de tu fuerza, del vigor de tu inocencia, de la magia para escribir otro relato distinto, para poder realizarme, para ser yo misma, tu máxima aspiración, mi más íntimo anhelo.

            Deseo que la niña que fui se sienta orgullosa de la mujer que soy, de la persona en que me he convertido, a la que has visto crecer y a la que has contribuido a forjar. Porque yo sí me siento orgullosa de ti, la niña inocente que un día fui. Y te doy las gracias por no haber renegado de mí a pesar de mis silencios, mi indiferencia o mis desprecios, por andar de puntillas y no hacer ruido, por creer en mí y sostenerme en manos de la Vida, sin esperar nada a cambio.

        
    Prometo no fallarte, no defraudar tus expectativas ni renunciar a tus sueños, los míos, serte fiel, soltar el pasado, confiar y aceptar  el presente, reconquistar el futuro, escuchar y seguir los dictados de nuestro corazón. Y en ese devenir, espero, algún día, romper tu soledad, devolverle a tu alma la alegría y a tus ojos el brillo que, un día lejano en el tiempo, perdió. Te lo debo. Me lo debo.

            A esa niña de ojos profundos y tristes que me contempla desde la atalaya de su inocencia, gracias por llevarme de vuelta a casa, por traerme hasta aquí".